lunes, 8 de noviembre de 2021

Hidrógeno verde USD 8.400M de inversión

  


“La producción de hidrógeno verde nos permitirá una transición de una matriz productiva basada en hidrocarburos a una basada en energías renovables”

El Secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación, Diego Hurtado, analizó la importancia del anuncio de USD 8.400 millones de inversión, por parte de la firma australiana Fortescue, para la producción de hidrógeno verde en nuestro país, anunciada por el Gobierno Nacional en el marco de la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), que se lleva adelante en la ciudad escocesa de Glasgow.

Hurtado señaló que la producción de hidrógeno verde “es muy importante porque nos va a permitir realizar una transición de una matriz productiva basada en hidrocarburos a una basada en energías renovables, con generación de nuevos puestos de trabajo y de una cadena de valor y aprendizaje para nuestras PyMEs. 

Además, es un producto de exportación de alto valor agregado que contribuirá a la generación de divisas”.

El secretario explicó que esta energía “se obtiene a partir de la electrólisis del agua, es decir que, por medio de una tecnología de electrolizadores, se logran separar las moléculas de hidrógeno presentes en la molécula de agua. 

Para que este hidrógeno pueda ser certificado como hidrógeno verde se requiere que la electricidad empleada en el proceso provenga de fuentes renovables. 

Por eso, en la Provincia de Río Negro, donde tenemos vientos espectaculares, se pueden instalar aerogeneradores para producir energía renovable para luego producir hidrógeno verde. 

Esto puede dar lugar a un ciclo virtuoso con una cadena de valor en donde podemos introducir, por ejemplo, eólica nacional ya que Argentina tiene capacidad para producir aerogeneradores que acompañen esta inversión”.

La empresa Fortescue ya ha iniciado trabajos de prospección en la provincia de Río Negro con vistas a la producción de hidrógeno verde a escala industrial, lo que le demandará una inversión de USD 8.400 millones y generará la creación de más de 15.000 puestos directos de trabajo y entre 40.000 y 50.000 indirectos.

De esta manera, se espera convertir a Río Negro en un polo mundial exportador de hidrógeno verde en 2030, con una capacidad de producción de 2.2 millones de toneladas anuales, lo que cubriría una producción energética equivalente a, por ejemplo, casi un 10% de la energía eléctrica consumida por Alemania en un año.

MINCyT

inngeniar


martes, 19 de octubre de 2021

“El principio de incertidumbre es el ultimo limite de la microscopia"

 

Pedro Aramendía, investigador y director del Centro de Investigaciones en Nanociencias “Elizabeth Jares-Erijman” (CIBION) que depende del CONICET.

“El principio de incertidumbre es el ultimo limite de la microscopia"

Para Pedro Aramendía, investigador y director del Centro de Investigaciones en Nanociencias (CIBION), los avances en microscopía de súper resolución para visualizar moléculas y estructuras de células permitirán comprender con más detalle procesos biológicos claves para la vida.

El avance la nanociencia y la nanotecnología están iniciando una revolución en el desarrollo de la nanoscopía o técnicas de microscopía que alcanzan a estudiar las células y otros materiales a una escala hasta hace poco impensada de pocos nanómetros o millonésima parte de un milímetro.

“Cada día avanzan más las técnicas que estudian con un gran nivel de detalle lo que ocurre en las interacciones moleculares a escala atómica en sistemas de pocas moléculas o incluso de moléculas únicas”, afirma el doctor en Química Pedro Aramendía, investigador y director del Centro de Investigaciones en Nanociencias “Elizabeth Jares-Erijman” (CIBION) que depende del CONICET y está ubicado en el Polo Científico y Tecnológico de Palermo, en la Ciudad de Buenos Aires.  

Imagen de microscopía de súper resolución de células neuronales del hipocampo del cerebro.

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Agencia CyTA-Leloir 

inngeniar


jueves, 14 de junio de 2018

En busca de las moléculas captadoras de luz


Dianelys Ondarse Alvarez, Sebastián Fernández Alberti y Beatriz Rodriguez-Hernandez 
en su laboratorio (de izq. a der.).

Un trabajo de investigación de Física Molecular que recibió apoyo del Ministerio de Ciencia fue publicado en la prestigiosa revista Nature Comm.

El artículo plantea un cambio de paradigma en estudios sobre transferencia y conversión de energía.

En vistas del paulatino agotamiento de los hidrocarburos y con el fin de afrontar el desafío que implica el descubrimiento de energías limpias y renovables, el Dr. en Física Molecular del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Sebastián Fernández Alberti junto a su equipo, se propusieron estudiar nuevos materiales con potenciales aplicaciones en antenas recolectoras de luz y dispositivos de células solares.

El trabajo, titulado “Dinámica coherente excito-vibracional y transferencia de energía en sistemas moléculares orgánicos conjugados” fue publicado en la revista Nature Communications en el día de ayer.

Hace seis años que Sebastián viene trabajando en este proyecto, específicamente con simulaciones computacionales de dinámica molecular en estados excitados de moléculas orgánicas conjugadas.

Su objetivo máximo, cuenta, “siempre ha sido simular el proceso inicial de captación de luz durante la fotosíntesis de plantas, estudiar este proceso con la mayor rigurosidad fisicoquímica y detalle atomístico posible, y el trabajo va en esta dirección”.

El objetivo de esta investigación fue lograr un conocimiento a nivel molecular del proceso de absorción de energía lumínica y su posterior relajación y redistribución intramolecular, “hasta llegar a su emisión en un rango de longitud de onda específico deseado”.

Para esto, se propusieron desarrollar e implementar nuevos métodos teóricos aplicados a la comprensión de materiales que puedan ser utilizados para la conversión de energía solar.

En particular, “utilizamos simulaciones de dinámica molecular no-adiabática en múltiples estados electrónicos excitados”, explica Fernández.

Esta herramienta –la simulación- permite la comprensión y predicción del comportamiento fisicoquímico de estos materiales.

“Las simulaciones de procesos fotoinducidos en sistemas moleculares conjugados extendidos es fundamental para una variedad de aplicaciones tecnológicas que van desde antenas recolectoras de luz y células fotovoltaicas hasta futuros dispositivos optoelectrónicos”, añade.

Este trabajo, entonces, podrá traer aparejado un fuerte impacto en el campo de la conversión de energía solar:

“Trabajamos con moléculas orgánicas conjugadas generalmente sintetizadas con el objeto de poder controlar el efecto de emisión deseado y/o eventualmente la posterior utilización de esta energía lumínica como energía química o eléctrica en LEDs (light emiting diodes), células solares y otros dispositivos optoelectrónicos”.

Durante su investigación, se focalizaron en el estudio de la relación entre la estructura y la dinámica de los materiales y las diferencias entre la transferencia intramolecular de energía coherente e incoherente.

“Pudimos demostrar que las observaciones de coherencia electrónica –presentes también en la fotosíntesis- deben ser atribuidas a fenómenos de coherencia vibracional (esto es, movimiento concertado de los núcleos) que modulan la localización de la función de onda electrónica.

Esto es novedoso porque la comprensión anterior ignoraba en gran medida el efecto de los movimientos nucleares”.

El trabajo publicado tiene importantes implicancias científicas y tecnológicas “ya que el control de la coherencia permitiría optimizar la transferencia de energía”.

En este sentido, los resultados obtenidos resuelven un problema de interés científico de larga data y aplicaciones tecnológicas importantes:

“El cambio de paradigma introducido aquí tendrá un impacto de largo alcance para los científicos que trabajan en sistemas biológicos, sistemas de recolección de luz, ciencia de materiales y más”, afirma Sebastián.

Controlar el proceso de coherencia permite optimizar la eficiencia del proceso que conecta la captación inicial de luz y su canalización dentro de la molécula para ser transformada en energía eléctrica y/o química.

“Los resultados permitirán orientar la síntesis de nuevas moléculas orgánicas conjugadas que cumplan con este fin; y éstas moléculas podrán luego formar parte de LEDs y células solares más eficientes que las actuales”, agrega.

Cabe destacar que la investigación de Fernández Alberti recibió apoyo de la Agencia Nacional de Promoción Científico Tecnológica del Ministerio de Ciencia a través de la adjudicación de dos subsidios a Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT) por una suma de $815.000, lo cual repercutió en el cumplimiento y finalización del proyecto.

El trabajo, además, ha sido realizado en colaboración con el grupo del Prof. Adrian Roitberg de la Universidad de Florida y Sergei Tretiak de Los Alamos National Laboratory, ambos de Estados Unidos.

Sebastián es Bioquímico por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y se doctoró en la Université Paul Sabatier de Toulouse, Francia en Física Molecular; a lo largo de sus estudios, además, adquirió conocimientos en física cuántica.

Actualmente se desempeña como investigador en la Universidad Nacional de Quilmes y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

Durante su formación científica siempre trabajó en el campo de la simulación computacional acompañando, reproduciendo, complementando y explicando señales de espectroscopia láser de absorción y fluorescencia resueltas en tiempos de femtosegundos (esto es,  la unidad de tiempo que equivale a la milbillonésima parte de un segundo).

Para acceder a la publicación completa ingresá acá.

MINCyT


domingo, 1 de abril de 2018

Mamut - Primer paso hacia el retorno


El genetista Carles Lalueza-Fox recuerda en un libro su contribución a la 'reinvención' 
de especies desaparecidas

El mamut es, sin duda, el candidato paradigmático para la des-extinción y del que más información genética y funcional se dispone en estos momentos.

Entender los avances en el conocimiento de su fisiología y aspectos adaptativos nos ayudará a valorar las dificultades técnicas de la posible des-extinción.

Su aspecto majestuoso y su gran tamaño (medían cerca de cuatro o cinco metros de altura en la cruz y pesaban entre seis y ocho toneladas) lo han convertido en el icono de los animales de la Edad del Hielo.

Por razones difíciles de objetivar, solemos tener una conexión empática con ellos, igual que la tenemos con los elefantes actuales, en los cuales destacamos cualidades humanizantes, como la inteligencia, el cuidado parental o la memoria a largo plazo.

Esto no se produce con otros animales que, en general, nos resultan menos simpáticos.

Esta fascinación por los mamuts no es actual; también la intuimos en los humanos que convivieron con ellos —y que con toda probabilidad contribuyeron a su extinción—.

Encontramos representaciones suyas en numerosas pinturas rupestres del Paleolítico superior, como Chauvet o Pech Merle.

En la cueva de Rouffignac (Périgord Negro), por ejemplo, hay más de 150 representaciones de mamuts (lo que constituye el 70% de todos los animales pintados allí y el 30% de todas las representaciones conocidas en Europa).

También hay utensilios y figuras talladas en el marfil de sus colmillos. Quizás la evidencia más impresionante es la llamada figura Löwenmensch, procedente de la cueva alemana de Hohlenstein-Stadel y descubierta en 1939 (algunos fragmentos adicionales se descubrieron entre 1997 y 1998 y se pudieron encajar en la pieza original).

La figura, tallada en un colmillo de mamut y datada en hace unos 40.000 años, tiene casi 30 centímetros de largo y es probablemente el ejemplo más antiguo de arte figurativo.

Al mismo tiempo, su carácter claramente mágico le confiere un aire misterioso: muestra el cuerpo de un hombre con la cabeza de un león de las cavernas.

Los mamuts no solo proporcionaban el soporte físico y la sustancia imaginativa para el mundo espiritual de los humanos de la Edad del Hielo; estos también utilizaron sus restos, que incluían huesos, colmillos y pieles, como elementos constructivos, funerarios e incluso como combustible.

Es probable que los mamuts también contribuyeran con su carne a alimentar a los cazadores paleolíticos, pero no está claro si los cazaron activamente ni cómo lo hicieron.

A pesar de las numerosas representaciones heroicas en este sentido en diversos museos y libros, los detalles precisos de este tipo de cacería escapan a los expertos.

Aunque la mayoría no tiene problemas en admitir que cazadores experimentados podrían camuflarse entre la hierba alta de la estepa mamútica y acercarse hasta estas enormes bestias (las cuales, como los elefantes actuales, es probable que no tuvieran muy buena vista), lo que podía ocurrir después es motivo de controversias.

Si los atacaban de forma activa, ¿con qué armas lo hacían?

No parece fácil que pudieran penetrar la enorme cubierta de pelaje y el tejido graso subcutáneo de un animal adulto con sus lanzas de puntas líticas.

En la iconografía arqueológica con frecuencia se representan trampas en forma de grandes agujeros donde los animales se precipitaban y donde los humanos los acababan de rematar; pero en las condiciones frías de Europa central y del este, donde el suelo estaría permanentemente congelado, no sería viable excavar dichos agujeros (aún hoy no podría hacerlo ni una potente máquina excavadora).

Tampoco hay ninguna evidencia firme de que pudieran emboscarles y lanzarles una gran piedra en la cabeza desde un risco.

Las acumulaciones de huesos en la Cotte de Saint-Brélade, en un acantilado de la isla de Jersey, se interpretaron como evidencia de caza colectiva y de que hicieron despeñarse por él a los mamuts para después aprovechar la carne, pero una reciente reinterpretación del yacimiento parece sugerir que son ejemplares no contemporáneos, sino transportados allí y acumulados a lo largo de muchas generaciones.

En 2003, en el yacimiento de Lugovskoe, en Siberia, se encontró una vértebra de mamut con una punta de lanza musteriense clavada, lo que indica que la caza por parte de los neandertales tuvo que ser una realidad.

Pero todo parece indicar que debía de ser una actividad oportunista e irregular y que debía de estar centrada en atacar animales rezagados, enfermos o crías.

En el período magdaleniense, hace cerca de 12.000 años, todavía encontramos diversas representaciones de mamuts, como en la cueva de Combarelles o de la Madeleine (ambas en la Dordoña), pero después dejan de representarse.

Sea como sea, es evidente que el resultado final de las interacciones entre humanos y mamuts fue la extinción de estos proboscídeos.

Los antepasados de los mamuts salieron de África y se expandieron por Eurasia hace cerca de tres millones de años; algunas poblaciones de la zona de China y Siberia se adaptaron a las condiciones frías de la estepa y de forma progresiva suplantaron a otras formas anteriores [...].

Las formas adaptadas a las condiciones árticas tenían algunos rasgos característicos, como orejas y cola reducidas —para conservar el calor corporal—, un denso pelaje acompañado de una gruesa capa de grasa subcutánea y numerosas glándulas sebáceas que ayudaban a repeler el agua y a mejorar el aislamiento térmico.

Hace cerca de doscientos mil años, el mamut había colonizado el norte de Siberia y se extendió después hasta el oeste de Europa, hasta llegar a la península ibérica.

También se movió hacia el este, cruzó Beringia y penetró en el continente americano; de esta forma, ocupó la parte norte de tres continentes distintos.

Sin embargo, las poblaciones empezaron a declinar con la llegada del último gran máximo glacial, hace unos 20.000 años y ya nunca se recuperaron demográficamente.

Quedaron algunas poblaciones aisladas en el norte de Siberia y en la isla de Wrangel, donde los últimos mamuts, considerablemente reducidos en tamaño y en diversidad genética, se extinguieron hace tan solo 4.300 años —es decir, más tarde que la construcción de las pirámides de Egipto—.

“Los mamuts se extinguieron hace tan solo 4.300 años, más tarde que la construcción de las pirámides de Egipto”
Desde el inicio de la disciplina del ADN antiguo, a finales del siglo pasado, el mamut se convirtió en un objetivo obvio para dichos estudios de recuperación de material genético del pasado. 
Existía una pregunta científica clara que sí podía ser contestada con las limitadas posibilidades técnicas de aquella época, que solo permitían la recuperación artesanal de pequeños fragmentos de ADN mitocondrial: la relación filogenética entre los mamuts y los elefantes actuales (los africanos y los asiáticos). [...]

Hoy día, con más información genética disponible, se estima que entre hace siete y cinco millones de años divergen, en primer lugar, los elefantes africanos y, en segundo lugar, los mamuts de los elefantes asiáticos, que serían por tanto sus parientes vivos más cercanos.

Aunque en aquella época esto se percibía como un ejercicio puramente taxonómico, ahora sabemos que se trata de una información clave para la des-extinción, que requiere conocer con precisión la especie viva que es desde un punto de vista genético más similar a la que se pretende reinventar.

La diversidad genética de los mamuts

Los pasos siguientes en la exploración genética de los mamuts se enfocaron hacia otro objetivo que, sin saberlo entonces, también es clave en la des-extinción: el conocimiento de la diversidad genética global de la especie. 

Diversos estudios, basados en el ADN mitocondrial [que se hereda únicamente de las madres], determinaron la existencia de tres grandes clados de diversidad (un clado es una agrupación que contiene un antepasado común y todos los descendientes —vivos y extintos— de ese antepasado) a lo largo del vasto rango de distribución de los mamuts. 

Estos estudios culminaron en un trabajo, publicado a principios de 2017, en el que participé, y en el que se recuperaron los genomas mitocondriales completos de nada menos que 143 mamuts, y que incluían una amplia región previamente desconocida, Europa (entre ellos dos procedentes de La Aldehuela, en Getafe, y excavados en 1968). 

El estudio confirmó la existencia de tres grandes grupos de linajes mitocondriales, uno en el continente americano, otro en el este de Eurasia y Alaska y otro en el oeste de Eurasia. 

Este último se extendía desde China y Siberia hasta Alemania, el Mar del Norte (de donde se habían dragado diversos ejemplares) e incluso estaba presente en dos ejemplares descubiertos en Madrid y conservados en el Museo de los Orígenes.

El análisis global de todas estas muestras confirmaba que la fuerte estructuración geográfica del ADN mitocondrial no se correspondía ni con la asignación morfológica de las distintas especies de mamut ni con los datos genómicos (para aquellas muestras en que estaban disponibles). 

Nuevamente, esto confirmaba el comportamiento filopátrico de las hembras y la dispersión de los machos, que, igual que los elefantes actuales, abandonaban el grupo en el que habían nacido al alcanzar la madurez sexual; así, mientras que los linajes mitocondriales tendían a quedar estructurados en el espacio, las poblaciones se uniformizaban a nivel genómico gracias a la mayor movilidad de los machos. 

Esto incluía cruzamientos entre especies, igual que se había descubierto unos años atrás en los homininos. 

En todo caso, el estudio sentaba las bases para intentar englobar toda la diversidad de los mamuts; caso de querer reinventarlos, habría que tener en cuenta que eran mamíferos que ocupaban todo el hemisferio norte del planeta, y que sin duda tendrían, además de cambios genéticos fijados, otros que serían exclusivos de una u otra región.

La pigmentación del mamut

El primer paso simbólico hacia la comprensión de las diferencias adaptativas del mamut se produjo en 2006, en un estudio publicado en la revista Science en el cual participé. 

Unos meses antes, mi amigo Michael Hofreiter, un experto en ADN antiguo que en aquel entonces trabajaba en el Instituto Max Planck de Leipzig, había enviado a mi laboratorio un fragmento de hueso de mamut siberiano datado en hace 43.000 años. 

Había recuperado en 23 fragmentos solapados el gen MC1R completo; este gen tiene un papel principal en la pigmentación del pelo en los mamíferos. 

Por ejemplo, diversas mutaciones en el MC1R humano determinan que haya individuos pelirrojos, porque dichas mutaciones afectan la función de la proteína resultante (llamada también MC1R) en la membrana de los melanocitos y la forma en que dicha proteína interacciona con la hormona MSH.

La correcta interacción entre MC1R y MSH desencadena la síntesis de un pigmento marrón-oscuro (denominado eumelanina) y contribuye también en los humanos a la capacidad de su piel de broncearse al tomar el sol. 

Por el contrario, una interacción disfuncional lleva a la síntesis de un pigmento alternativo de color amarillo rojizo, denominado feomelanina, y, de forma secundaria, a una baja capacidad de ponerse moreno. 

Este pigmento es el que predomina en los individuos con el pelo rojizo, y con toda probabilidad estaba presente también en algunos neandertales, que presentaban mutaciones parecidas (pero no idénticas) a las que tienen los actuales pelirrojos. 

Hofreiter había analizado cuatro huesos de mamut y había encontrado que dos de ellos tenían lo que parecían ser tres mutaciones en el gen MC1R. 

Una de ellas, en especial, parecía tener un fuerte impacto en la construcción de la proteína y por lo tanto se le podía presumir un papel funcional aunque de resultado práctico desconocido.

Hofreiter me pidió si podría replicar los resultados de forma independiente en mi laboratorio y así lo hice, después de algunas semanas de trabajo en el laboratorio (en aquel entonces, esta era la forma más segura de confirmar resultados sorprendentes). 

Y además, pudimos descubrir que las tres mutaciones estaban presentes en una copia del cromosoma, pero no en la otra (lo que se conoce como heterozigosis en el lenguaje genético). +

Si las mutaciones actuaban como las de los humanos pelirrojos, se requeriría que estuvieran presentes en ambas copias para que aquellas impactaran en el rasgo externo; es decir, en el color del pelaje de los animales. 

Pero una vez que existían dichas mutaciones en la población, esto no era un problema; el cruce de dos mamuts heterozigotos como los dos que habíamos encontrado proporcionarían en un 25% de los casos individuos con las dos copias de las mutaciones. 

Es decir, tenían que haber existido. Pero ¿qué ocurriría exactamente con estos individuos?

Hasta aquel momento, todos los trabajos de paleogenética se habían ocupado de entender el nivel de secuencia, pero ninguno había intentado ir más allá. 

Esto se debía a una combinación desfavorable de dos factores; en primer lugar, muy pocos estudios habían conseguido recuperar con éxito un gen nuclear, y en segundo lugar, el papel de la herencia en la mayoría de los rasgos externos es muy complejo y depende de numerosos genes. 

Hay pocos rasgos, como el de la pigmentación del pelo, que dependan en esencia de un único gen. Nosotros intentamos ir más allá y explorar el significado palpable de lo que habíamos descubierto. Para esto llevamos a cabo el primer estudio de paleogenómica funcional.

Lo que hicimos fue insertar las dos versiones del gen MC1R de mamut (con y sin las mutaciones encontradas) en células pigmentarias que estaban en placas de cultivo. 

Al incorporar el gen expresaron en sus membranas la proteína del mamut y después las hicimos interaccionar in vitro con la hormona MSH, y pudimos medir en el laboratorio el resultado de dicha interacción. 

Encontramos que el haplo tipo mamútico con las tres mutaciones presentaba una caída del 65% en la capacidad de interacción entre la MC1R y la MSH (la mayor proporción de dicho fenómeno era debida a una única mutación, la tercera, que cambiaba un aminoácido, la arginina por otro, la cisteína en la posición 67. 

El resultado de dicha caída era la síntesis de feomelanina en vez de eumelanina. 

Esto nos indicaba, por tanto, que debía haber habido mamuts tanto de pelaje claro o rojizo, como de color marrón oscuro. 

No sabíamos, desde luego, si ese rasgo tenía algún papel adaptativo y, por tanto, si era importante para entender a los mamuts, y tampoco sabíamos su frecuencia porque solo habíamos analizado cuatro ejemplares. 

Existen numerosos mamíferos cuyas especies o formas en climas árticos presentan una pigmentación distinta (más clara o incluso blanca). 

Pero se trata normalmente de una cuestión de camuflaje contra el fondo nevado y no parecía que los mamuts pudieran tener necesidad de pasar desapercibidos (ni forma de hacerlo).

En todo caso, nuestro estudio dejó sentadas las bases para empezar a pensar en que los rasgos externos de los mamuts, y en general de las especies extintas, debían de poder investigarse desde los genes y que conocer unos era comprender los otros. 

No lo sabíamos, pero habíamos inaugurado el camino conceptual hacia la des-extinción mediante manipulación de genes informativos. 

Es evidente, además, que la pigmentación es uno de los rasgos clave en la conformación de una especie, y que cualquier estudio futuro debería tenerla como prioritaria si se quisiera que la especie des-extinguida, fuera cual fuera, tuviera el aspecto “correcto”.

Fuente de la Información: El País (España)

fm899.com.ar


viernes, 9 de marzo de 2018

Frenan el crecimiento tumoral con ayuda de un virus de insectos


Foto: Gentileza Investigador

Científicos del CONICET utilizaron al microorganismo como caballo de Troya para ingresar a las células cancerosas

El problema a resolver era la presencia de una proteína protectora con la que cuentan los tumores para garantizar su crecimiento.

La solución, bloquear su producción para que las células cancerosas puedan ser atacadas.

 ¿El desafío?

Llegar hasta el lugar de los hechos. Científicos del Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM, CONICET-UNLP) en colaboración con el Instituto de Investigaciones Biomédicas (INBIOMED, CONICET-UBA) lograron hacerlo con ayuda de un virus de insectos que les sirvió como vehículo hacia el interior del tumor.

El trabajo fue recientemente publicado en la revista Apoptosis.

Humanina es el nombre de la proteína que, entre otras funciones, impide el mecanismo natural de muerte celular programada llamada apoptosis, por el cual una célula infectada por un virus, por ejemplo, planifica el cese de sus funciones vitales para salvar al resto del organismo.

Sería una suerte de “suicidio”, muy útil en el caso de las cancerosas porque evitaría su multiplicación y propagación.

Pero resulta que desde hace tiempo la ciencia ha observado que en ciertos tipos de tumores la presencia de esta proteína se ve aumentada, precisamente para proteger a las células enfermas de esa autodestrucción y permitir que sigan creciendo.

Uno de esos casos es el de hipófisis o glándula pituitaria, ubicada en la base del cráneo y encargada de controlar procesos vitales básicos como el metabolismo, el crecimiento, la maduración sexual, y otros.

“Observamos que las células tumorales estaban protegidas de la apoptosis gracias a una producción exagerada de Humanina que las hacía resistentes a las terapias”, cuenta Matías Pidre, becario posdoctoral del CONICET en el IBBM y uno de los autores del trabajo, y continúa:

“Sabíamos que teníamos que eliminarla, y la manera de hacerlo era interferir en su producción.

Lo complicado era llegar hasta el núcleo de las células para desactivarla”.

Entonces pensaron en probar con un virus como el vehículo perfecto.

“A través de su evolución, los virus han aprendido a introducir su propio material genético en las células, y son muy eficientes: se asocian a una de ellas y empiezan a replicarse.

Lo que sucede es que, al hacerlo, infectan y enferman, y ahí aparecía un obstáculo.

El truco fue elegir bien al indicado”, resume Víctor Romanowski, investigador superior jubilado del CONICET y vicedirector del IBBM.


Foto: Gentileza Investigador

La mejor alternativa aparecía de la mano de los baculovirus, un grupo que afecta específicamente a insectos, y que resulta inofensivo para mamíferos.

Básicamente, el microorganismo les sirvió como el vector adecuado para lo que necesitaban: los científicos diseñaron un gen artificial que insertaron en el genoma del virus con información que, al ser leída por la maquinaria celular, inhibiría la producción de Humanina.

“Lo que implementamos fue un sistema ya conocido desde hace más de una década que se llama ‘silenciamiento postranscripcional de genes’.

Aquí lo novedoso fue colar la orden de bloqueo de la proteína, oculta dentro del virus”, señala.

Los científicos realizaron ensayos invVitro y con animales y obtuvieron resultados exitosos echando mano a la estrategia del caballo de Troya, en alusión al mito de la antigua Grecia: nada menos que una sobrevida del 80 por ciento en los ratones que fueron tratados con el virus en comparación con los que no.

“Ahora estamos probando lo mismo con otro tipo de tumores que representen una preocupación mayor a para la salud pública, como de mama, ovarios y cerebro, en los que también se da esta sobreproducción de la proteína.

A futuro, la idea es combinar este método con una terapia convencional, como quimioterapia, por ejemplo, para hacer a las células cancerosas más vulnerables a los fármacos”, se entusiasma Pidre.

Sobre investigación:

María F. Gottardo. Becaria posdoctoral. Universidad de Quilmes.

Matías L. Pidre. Becario posdoctoral. IBBM.

Camila Zuccato. Becaria UBA. INBIOMED

Antonela S. Asad. Becaria doctoral. INBIOMED.

Mercedes Imsen. Técnica auxiliar. INBIOMED.

Gabriela A. Jaita. Investigadora asistente. INBIOMED.

Marianela Candolfi. Investigadora independiente. INBIOMED.

Víctor Romanowski. Investigador superior jubilado. IBBM.

Adriana Seilicovich. Investigadora superior jubilada. IBBM.


Por Mercedes Benialgo

CONICET

jueves, 25 de enero de 2018

Nuevas estrategias para mejorar el tratamiento del Parkinson


Miembros del Laboratorio de Parkinson Experimental. 
CONICET Fotografía.

Científicos del CONICET estudian los mecanismos moleculares de las disquinesias inducidas por levodopa e identificaron una molécula como posible blanco terapéutico para el tratamiento. Recientemente recibieron un subsidio de la Fundación Michael Fox.

En el Laboratorio de Parkinson Experimental del Instituto de Investigaciones Farmacológicas (ININFA, CONICET-UBA), un grupo de investigadores liderados por Juan Ferrario, investigador adjunto del CONICET, estudia mecanismos moleculares para entender por qué la terapia contra el Parkinson produce disquinesias: un efecto secundario  de la L-DOPA o levodopa, la droga que se usa para combatir los daños que produce esta enfermedad neurodegenerativa.

Los efectos secundarios de esta droga consisten en movimientos involuntarios que se producen luego de cierto tiempo –de 5 a 10 años- de tratamiento y desde hace varios años científicos de todo el mundo buscan encontrar algún blanco terapéutico que se sume al tratamiento y evite o reduzca la aparición de este efecto que puede llevar a una mayor incapacidad y disminuye la calidad de vida de los pacientes.

“El tratamiento con levodopa es por el momento, la única terapia indicada y no hay ningún reemplazo a la vista”, asegura  Oscar Gershanik, Neurólogo,  fundador y director del Laboratorio de Parkinson donde trabajan desde hace más de 25 años en entender los efectos celulares y moleculares que produce la terapia con levodopa.

Los investigadores, que recibieron un subsidio de la Fundación Michael Fox para la investigación en Parkinson, recientemente identificaron a la molécula Fyn como un posible blanco terapéutico para reducir las disquinesias inducidas por levodopa.

El hallazgo de esta disminución del efecto adverso se observó en ratones que emulan la enfermedad de Parkinson, y carecen el gen que produce esa proteína -una tirosina quinasa-.

También comprobaron que el uso de un inhibidor farmacológico de Fyn sería efectivo para reducir la aparición de disquinesias.

Los resultados fueron publicados en la revista científica Molecular Neurobiology, y corroboraron que efectivamente esta molécula es intermediaria en el mecanismo de producción de disquinesia y que su modulación farmacológica es potencialmente efectiva.

“Lo atractivo de Fyn es que es un intermediario intracelular de una vía de señalización determinante en el desarrollo de disquinesias.

La estrategia que nosotros proponemos es regular dicha vía mediante la inhibición de este modulador”, cuenta Ferrario, quien fue director del trabajo cuyas primeras autoras son Sara Sanz Blasco y Melina Bordone.

“El puntapié inicial para las investigaciones, recuerda Gershanik, fue una resistencia al uso de la L-DOPA en la década del ‘90.

En aquel momento se difundía la idea de que este medicamento era tóxico.

Entonces nosotros empezamos a hacer una serie de experimentos para evaluar los efectos del tratamiento con levodopa en el cerebro de ratas parkinsonianas y demostramos la ausencia de toxicidad.

A partir de ahí, profundizamos y es donde interviene Juan, tratando de identificar cambios a nivel molecular determinados por la levodopa, en una serie de experimentos innovadores que nos permitieron encontrar varias piezas del rompecabezas molecular”.

“Esos experimentos exploratorios de investigación básica, nos fueron dando pistas que nos permitieron explorar nuevos mecanismos celulares, y gracias a eso postulamos y ahora demostramos la participación de esta molécula (Fyn) por primera vez y estamos trabajando para conocer más sobre su mecanismo de acción y optimizar las opciones terapéuticas, a nivel de investigación con animales”, explica Ferrario.

“Nuestro objetivo a mediano plazo es evaluar una terapia génica contra Fyn para reducir las disquinesias”, agrega Melina Bordone, quien está trabajando en esta línea de investigación  codirigida por Elena Avale, Investigadora adjunta de CONICET en el INGEBI y coautora del trabajo.

Por otro lado, en una publicación más reciente identificaron la participación de otra molécula -que a su vez regula a Fyn-: la pleiotrofina.

Tanto Fyn como pleoitrofina estan involucrados en el desarrollo de este fenómeno ‘maladaptativo’, como le dicen los científicos, al tratamiento prolongado con levodopa, y se suman a la larga lista de moléculas que aportan mayor entendimiento sobre estas vías moleculares, lo que se podrá traducir en terapias farmacológicas para combatir las disquinesias inducidas por L-DOPA.

“Ojala que esta línea de trabajo, concluye Gershanik, que llevamos adelante con tanto esfuerzo y dedicación desde hace mucho tiempo, pueda reflejarse en una opción para mejorar la calidad de vida los enfermos de Parkinson”.

Por María Bocconi

Sobre investigaciones:

-The Kinase Fyn As a Novel Intermediate in L-DOPA-Induced Dyskinesia in Parkinson’s Disease

Sara Sanz-Blasco. ININFA
Melina P. Bordone. ININFA
Ana Damianich. ININFA e INGEBI-CONICET
Gimena Gomez. ININFA
Alejandra Bernardi. ININFA
Luciana Isaja. ININFA
Irene R. Taravini. ININFA y CONICET-UNER
Diane P. Hanger. King´s College. Londres. Reino Unido.
Elena Avale. INGEBI
Oscar S. Gershanik. ININFA
Juan E. Ferrario. ININFA

-Regulation of Pleiotrophin and Fyn in the striatum of rats undergoing L-DOPA- induced dyskinesia.

Gimena Gomez. ININFA
Mariano D. Saborido. ININFA
Alejandra Bernardi. ININFA
Oscar S. Gershanik. ININFA
Irene R. Taravini. Laboratorio de Neurobiología Experimental- CONICET-UNER.
Juan E. Ferrario. ININFA

CONICET

martes, 3 de enero de 2017

Más de $680 millones para modernización de equipamiento científico


Laboratorista utilizando un microscopio confocal

La cartera de Ciencia financia la adquisición y mejora de equipos para centros de investigación de todo el país.

La Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) adjudicó $681.194.493, procedentes de un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a ochenta y seis Proyectos de Modernización de Equipamiento (PME).

Los PME tienen el objetivo de optimizar las capacidades en  investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) de instituciones públicas y privadas sin fines de lucro.

En efecto, la convocatoria responde a diversas necesidades: la compra de equipos para áreas de vacancia geográfica, la adquisición de instrumentos con prestaciones no disponibles en el país, y el reemplazo de aparatos en vías de obsolescencia.

Este instrumento corresponde al Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCyT), que fue diseñado en colaboración con el Programa de Grandes Instrumentos y Bases de Datos (Sistemas Nacionales), dependiente de la Secretaría de Articulación Científico Tecnológica (SACT) del ministerio de Ciencia (MINCyT).

Las máquinas financiadas en este marco son adheridas a los Sistemas Nacionales y puestas a disposición de los investigadores a lo largo del territorio nacional.  

Entre los aparatos adquiridos se encuentra el escáner Micro-PET/SPECT/CT, que permitirá por medio de imágenes en alta resolución agilizar estudios de modelos preclínicos y favorecerá la investigación asociada a casi todas las áreas biomédicas; esta versatilidad aplica tanto para la confección de diagnósticos como para el desarrollo de terapias en numerosas patologías.

La incorporación será destinada al Centro Atómico Constituyentes, perteneciente a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).

Además, está previsto un plan de formación de recursos humanos para la operación del dispositivo, a través de las carreras y tecnicaturas que ofrecen los institutos educativos de CNEA dentro de las aplicaciones nucleares para la salud.

Otro proyecto aprobado es, por ejemplo, la Plataforma para la observación y análisis multiparamétrico  de sistemas biológicos dinámicos complejos.

La propuesta elaborada por el Departamento de Fisiología, Biología Molecular y Celular (FBMC), de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN - UBA), incluye la compra de un sistema confocal y multi-fotónico para el Centro de Microscopias Avanzadas.

La creación de la plataforma es una tarea en la que participan diferentes áreas académicas de la casa de estudios e institutos del CONICET.

Por su parte, la FCEN comprometió un espacio de aproximadamente 30m2 para la instalación del equipo y otros 20m2 para un laboratorio húmedo donde preparar muestras.

MINCyT